CAPITULO 2: Trabajar sin trabajar.
Lejos de la capital, cuando empezó la prohibición, cuando las penas eran simples multas, jesús fernández la violó sistemáticamente, pasó por todas las etapas de castigos, tuvo que retractarse en público, luego por escrito, fue objeto de inhabilitaciones de todo tipo y finalmente sufrió las penas de reclusión y prisión. Pero esto fue una experiencia casi unánime puesto que mientras los métodos de represión fueron legales la gente no dudó en violar la ley, pronto las multas dejaron de tener sentido, nadie las pagabas, claro está, la amenaza de una pena superior ya no amedrentaba a nadie puesto que la inhabilitación de un comercio o una profesión, actividades que por ley estaban prohibidas, era prácticamente un chiste. Al principio las cárceles eran una amenaza aceptable pero con el correr de los días fueron perdiendo poder de coerción para convertirse finalmente en un muy atractivo lugar de relajación.
Cuando la represión legal colapsó, comenzaron a autorizar a la Policía para actuar con violencia física, a usar las armas y finalmente llegaron los secuestros, las torturas, las detenciones clandestinas y las desapariciones. Y los rebeldes perdieron el valor, jesús como muchos otros pasaron a la pasividad total, a vivir del aire, sin nada más que hacer que levantarse a la mañana y acostarse al atardecer.
De la Bitácora de jesús:
Hoy es 27 de julio, San Pantaleón...que en verdad debería llamarse San Pantagato, ya que murió recién después de la séptima vida!!!! Después de volver a soñar con todo lo prohibido y restringido que me gustaría hacer, cosa que me sucede casi todas las noches y siestas desde la puesta en vigor del fatídico decreto, me desperté de improviso por el frio insoportable. Rápidamente mis ojos comenzaron a buscar en la oscuridad algún indicio que ojalá faltase poco para que comenzase el alba, al menos así subiría algún grado la temperatura y podríamos salir de la cueva para buscar algo de comida y pasar el día. Pero que nos importaba el frio o el calor, si nada podíamos hacer... pensé para mis adentros.
_ Al menos, por ahora, se les pasó por alto prohibir los bebés y niños -como leyéndome la mente mi compañera respondió en voz alta- la única cosa natural que podemos ejecutar sin temor a sanciones es la de hacer el amor y engendrar nuevas vidas.
_ Y quién quiere traer chicos a este mundo -esta vez le respondí sin pensar- ni siquiera por error, ya sabes que cuando se hace el amor existe la posibilidad de que la mujer se embarace, como decía un viejo conocido: “hay polvos y polvos, y algunos vienen con regalo...”
_ ¡jesús! -murmuró refunfuñando-, si seguís así te vas a olvidar de como se hacía...
_ No hay problemas, en 5 minutos se aprende, sino pregúntale a, esteeee, aaa, a... mejor no te digo, no es de buen caballero hablar por detrás. Y además está prohibido hablar a las espaldas, je je je je, me viene de reirme con ganas cuando me conviene ¡¡¡esta ley de mierda!!! Será que después de todo no estará tan equivocado meter un poco de orden...
_ ¡Te estás volviendo loco! -gritó con todas sus fuerzas y me hecho del lecho diciéndome- ¡Anda a trabajar así te meten en el manicomio o te crucifican en la plaza mayor!
Para jesús fernández que mamó la teta del laburo desde la más tierna infancia, que llegó a estas tierras como inmigrante en busca de paz y prosperidad, que fracasó como agricultor frente a la langosta que le arruinó el negocio, que trabajó como viajante vendiendo máquinas de coser, repuestos y otros enseres, que tuvo un éxito sin igual como murguero autónomo, que luego se independizó para crear su primera empresa, La Lanera Española y más tarde la primer fábrica de aceite de oliva en la región, la prohibición de trabajar era la muerte misma. Jesús sabía que no podía vivir sin trabajar, el trabajo era para él el condimento de la vida, no podía disfrutar sus niños sin las anteriores agotadoras horas de trabajo, el amor no tenía angustias que combatir, las horas se congelaban en un eterno esperar que el día próximo comience, sus manos antes firmes, duras y enllagadas, ahora temblaban al tiempo que se ablandaban las viejas heridas del pasado. Así fue como, al despertar de otro sueño de largas horas de trabajo forzado y esclavo (que jesús vivió como reconfortante) tomó la decisión indeclinable que trabajaría en la más absoluta clandestinidad.
Que podía hacer jesús que no fuera lo que ya sabía hacer, con tantos años no tenía tiempo de aprender un oficio nuevo, ni experimentar nuevos rubros comerciales, tarde o temprano, más temprano que tarde seré descubierto (pensó jesús) y con ello, si la suerte está de mi lado, será desbaratado todo mi plan y si no lo está vaya a saber que nefastas consecuencias tendría que enfrentar. Debía ser una actividad conocida, que le permita una rápida implementación, que le dé frutos en el corto plazo y sobre todo que le permita usar los pocos recursos que aún le quedaban. Desde que comenzó la prohibición jesús perdió la flota de camiones entera (una importante flota que servía a su fábrica y hacia fletes a gran parte de la empresas vinícolas y oleícolas de la región) en manos de los acreedores y del Estado (nótese que este último no dudó en cobrar sus acreencias a pesar de la prohibición que impedía a los contribuyentes generar recursos), pero tengo la fábrica de oliva en desuso, pensó y pegado a ella está mi amada “Tarumá” una quinta de 500 hectáreas completamente cubierta de los más frondosos olivos.
Sin saberlo jesús había pasado sus últimos 3 meses (desde que se inició la utilización de métodos ilegales, que coincidió con su autopase a retiro) sentado en una silla de madera despintada y vieja, entre la fábrica y la quinta controlando el crecer de los frutos y lamentándose por el desperdicio que significaría dejar pasar la cosecha que se avecinaba. Tenía pues los tres elementos indispensables de la receta, uno: decisión indeclinable de trabajar en la más absoluta clandestinidad, dos: los recursos (fábrica y quinta) y tres: un plan magistral, arcano y desopilante. Un plan que permitiría producir oliva en las narices de los propios militares y policías que velaban por la ley suprema de no trabajar, exportarlo (el comercio interno había desaparecido por completo) y finalmente lo imposible, producir algún tipo de beneficio económico, al menos como para sustentar todo el sistema.
Convocó en una reunión clandestina a cuatro cómplices, cuidadosamente seleccionados por las capacidades técnicas que el plan requería y miembros todos de la masonería a la que jesús también pertenecía. Esta última característica, no era casual, le aseguraba a jesús ciertos valores comunes, sobre todos respecto al trabajo y le otorgaba al grupo una disciplina de formas y comunicaciones secretas que todos conocían, por lo demás, el grupo estaba constituido por un maestro de escuela, un plomero, el ex–gerente de la aceitera y su hijo menor, cronista del diario local en la sección deportiva y social.
CAPITULO 3: La logística y Venta
El gran problema de jesús era esconder el proceso de recolección, producción, logística y venta a los ojos vigías del gobierno. Tenía una idea bien clara, escondería la producción de aceite llevando las maquinas a los sótanos y túneles subterráneos que una vez sirvieron a jesuitas y viajeros para defensa de los ataques indígenas, sótanos y túneles que jesús encontró y hábilmente conservó al momento de montar su flamante fábrica de aceite de oliva y que sirvió por largo tiempo para las reuniones secretas de la logia, autodenominada “la Mano Oculta”. Pero se le quemaban los papeles a la hora de idear un método invisible de recolección, logística y venta y fue para esto que convocó a sus compatriotas masones y comenzaron las reuniones secretas del grupo de los cinco.
Mientras el ex-gerente comenzó las tareas de ingeniería para poder instalar las máquinas bajo tierra, el hijo menor entabló negociaciones con el exterior con un doble objetivo, vender la futura producción y diseñar un plan de encubrimiento del retiro de las máquinas desde el galpón hacia el sótano sin levantar sospechas. El maestro, por su lado, propuso instar, engañar y motivar a todos los niños de la ciudad a un juego (jugar no se consideraba un trabajo) que tenga como resultado final la recolección de los frutos y finalmente, el plomero (esta sería la más descabellada y revolucionaria idea) propuso usar la cañería de agua corriente (en desuso pues todos los servicios estaban suspendidos) para acarrear el aceite desde la fábrica subterránea hasta la frontera con el país vecino, donde debía hacerse la transacción.
Para el plomero fue fácil conectar la fábrica subterránea con los caños de agua que pasaban por la vereda sin levantar sospechas, pero no fue fácil encontrar el cruce conveniente de frontera, luego de un minucioso rastreo eligió un paraje desolado en las afueras de la ciudad donde una calle terminaba en el río limite del país, allí la cañería de agua abastecía al último barrio de la ciudad. Pero lo más complicado fue ir cerrando el paso de las casas, de los barrios y de las bifurcaciones de la red para que el camino del aceite sea uno solo hasta el cruce de frontera elegido y finalmente tuvo que ingeniar complicadas excusas para completar el tramo para cruzar el río y terminar en una canilla a orillas del país vecino.
Mediante exhorto internacional una empresa extranjera cómplice trabó embargo sobre las maquinarias de la empresa de jesús en reclamo de una deuda pendiente, jesús solicitó al gobierno ayuda para salvar sus maquinas y consolidar la parodia, solicitud que el gobierno rechazó de cuajo, vio una oportunidad para deshacerse de un foco de controles y facilitó la salida inmediata sin poner traba alguna. Los camiones entraron vacios y salieron sin controles, también vacios, sirvió semejante movimiento para ocultar el pasaje de las maquinas no a los camiones sino al subsuelo. Y sirvió también para cerrar trato entre el presidente de la empresa extranjera disfrazado de camionero y jesús, firmando todo los compromisos de palabra y explicando la ubicación exacta de la canilla que proveería el producto final.
A tiempo para la cosecha cientos, que digo cientos, miles de niños de la ciudad encontraron divertido desvestir los olivos de sus frutos con sumo cuidado y arrojarlos a un enorme estanque frente al molino, desde allí por tubos subterráneos eran transportados hasta la fábrica donde era molida la aceituna, se amasaba la pasta resultante y posteriormente se centrifugaba para lograr la correcta separación del aceite. La canilla del país vecino no cesó hasta el fin de la cosecha y el aceite resultante ese año fue considerado en el concurso de agricultura y pesca como el mejor aceite de oliva extra virgen del país extranjero en la categoría frutados maduros, en la expoliva fue merecedor del primer premio al mejor aceite extra virgen categoría frutados verdes no amargos y continuó ganando premios y sin saber jesús, su producto valía en Europa (literalmente) su peso en oro.
Pero dicho éxito traería consigo la semilla de la destrucción. La empresa extranjera en aras de compensar semejante éxito comenzó a enviar a jesús comida, combustible, remedios y otros elementos que escaseaban en la ciudad y en el país, elementos que jesús dejaba a disposición de quien quisiera retirarlos (no lo repartía para no ser acusado de trabajar). Con el tiempo los rumores corrieron y los galpones vacios de la fábrica fueron allanados por la justicia en varias oportunidades, encontrando a jesús cómodamente sentado en su blanca silla despintada observando pasivamente la quinta de olivos, ni un trabajador, ni un socio, ni un gerente, ni un plomero encontraron en las requisas.
Pedazo de papel a medio quemar, Bitácora de jesús, del 31 de julio:
“...yo que fui el menor de trece hermanos, que he llegado a este país solo y a pie, cada vez que me hecho a contemplar el cielo, ¡que vil me parece la tierra! Cuando más necesitás, nadie te regala nada, ahora que no soy nadie, nadie me regala nada, nadie da nada a cambio de nada, ¿cuanto será valiosa esta nada? ¿Habrá que sacrificarse para conseguirla?, ¿valdrá más, el esfuerzo por nada? o ¿nada valdrá más que el esfuerzo?. ¿Con cuál sentido hacemos las cosas y con cual hacemos nada?...”
“...vivimos solo una vez, ¿para qué entonces aplicamos toda nuestra concentración física y mental para lograr hacer nada?, ¡nada responde a mis preguntas! o ¿nadie me responde nada...?
"¿valdrá más, el esfuerzo por nada? o ¿nada valdrá más que el esfuerzo?" hum.. lo sabremos en el próximo capitulo?
ResponderEliminarAmen gracias por tu incansable esfuerzo por comentar.
ResponderEliminarMe gusto mucho como resolvió su problema Jesús.
ResponderEliminarjaja no es un esfuerzo! qué sería del texto sin el lector.. y qué sería del escritor sin un comentarista? En definitiva, es mi deber, pero acepto el agradecimiento porque su cuento (que ya va para novela, le diré) me ha robado un buen "rato" de estudio ;) Saludos!
ResponderEliminarel esfuerzo ya està hecho y vale, por lo que a este punto la nada ya no vale nada... el pròximo turno (el ùltimo) por fuerza nos demostrarà cuanto!!!! y no parlo solo de cantidad... tambièn de cual grado de felicidad o infelicidad depara conseguir lo que deseamos o queremos!!!
ResponderEliminarA la pròxima lectura. Javi88
es verdad... pero la pregunta de Jesús me parece apunta más a si no hubiera valido más el no hacer el esfuerzo.. o sea, hacer nada... en este caso, es una pregunta de índole exclusivamente especulativa, porque como decís.. el esfuerzo ya está hecho.. sin embargo.. creo que hay muchas veces en las que uno se lo pregunta (tal vez a riesgo de perder el tiempo en especulaciones..). En fin, a ver con qué nos sorprenden las elucubraciones de Jesús...Hasta la próxima!
ResponderEliminarAnónimo me alegra que te haya gustado este avance te espero el sábado para el final!
ResponderEliminarPD: ponele aunque sea un apodo a tus comentarios para poder dirigir mejor la contestaciones.-