sábado, 4 de septiembre de 2010

La encantadora

Hay tanta sonrisa en ese rostro
una sonrisa púber un rostro infante
luz, resplandor, tropo brillante.
Su encanto seduce, adolece, enceguece
a veces te espanta, otras te entristece.
Magia, belleza, deseo, pecado
somete con penurias a su encantado.
Pero no es virtud sino molestia
pues carga la pesada carga
que a ella ha encomendado
un dios postrero y enamorado.
Más vaya paradoja, al fin y al cabo
ella desea la suerte de su encantado.