domingo, 17 de abril de 2011

Del dicho al hecho.

Sin poder siquiera interpretarle, fijando la mirada en su rostro amable, sin oír palabra alguna de su boca, pasible, inmóvil y casi ausente, fingía estar atento a sus demandas. Su cuerpo estaba allí sentado en una mesa bien servida para ambos, su mente en cambio lejana y casi ausente vagaba por recónditos parajes. De pronto sin cambiar su placida sonrisa, en un lento y conciliable movimiento, simulando el deseo de besarla, ardid éste que permitió acortar distancia, se ve con el tramontina que antes untaba la manteca en la crujiente tostada, clavada ahora en el cuello de su amada. Más ella lo volvió a este mundo levantando un poco la voz y los reclamos, despierta de tus fantasías y tu mundo, dejá de soñar cuando estas despierto.

En la puerta de su casa como siempre el vecino lo esperaba que partiera, inútil fueron los intentos de esquivarle, ni saliendo más temprano, ni más tarde. Con perfecta sincronía lo enganchaba y lo instaba con sus múltiples problemas, arreglame la humedad que me causaste, que tu baño tiene un caño roto y pierde agua. En plena calle, en pleno día, estrangula a su vecino muy campante y lo mira ahogarse en sus reclamos y lo mira y lo mira complacido. Como siempre en la esquina se separan y le grita, y mi esposa tiene asma que se agrava con esa humedad que me causaste.

Al llegar al trabajo lo esperaba la histeria de la chica de la entrada, que jugaba con sus débiles pasiones, incitando y rechazando sus propuestas, varias veces había sido incitado e igual veces había sido rechazado. Sin saludo ni formalidad alguna, con fuerza le golpea la cabeza, la golpea con la silla de la sala, dando muerte a la chica de la entrada. Ella anuncia que lo espera en su oficina el jefe de los jefes, has llegado un poco tarde como siempre, lo instiga la histérica chica de la entrada.

El jefe de los jefes lo sacude de inmediato, siéntese en la silla abandonada, ha llegado tarde como siempre y saldrá más tarde de castigo. Saltando a la mesa de reuniones y usando la espada que colgaba decorando la pared de aquella sala, de un tajo deja rodando por el suelo, la cabeza del jefe de los jefes. Entregue al final del día los extractos conciliados de todas las cuentas de la empresa, los bancos requieren los balances y declaro a usted el responsable, dice el jefe de los jefes.

El kiosquero lo miraba aproximarse con su habitual cara de reclamo, dos meses me debes de cuentas impagas y estoy harto de esperar a que me pagues, a este le perdono yo lo vida pues el pobre es pobre hasta los huesos, siete veces lo asaltaron en dos meses, los meses que mi deuda yo no pago, pero igual usando el arma que el kiosquero tenía para repeler los asaltos que le hacían, le dispara un tiro bien certero en medio de los ojos del kiosquero. Nuestro amigo intenta despertarse, dejar de soñar mientras está despierto, abre fuerte sus ojos y se desvela, pero nada cambia la tétrica escena, pronto aparecen los curiosos asombrados por el ruido del disparo y él siente algo que se cae de su mano y su pierna le golpea, es el arma disparada del kiosquero.