sábado, 28 de agosto de 2010

LA CASA MAGDALENA (3 parte de 3)

La Mudanza:

Magdalena nunca osó burlarse de José Luis, “ya no lo amaba es cierto, pero cuanto lo amó”, intentó infructuosamente vivir en su casa disfuncional. La mayor complicación se le presentaba al intentar salir o entrar, los múltiples visitadores de su baño obstaculizaban constantemente su puerta de salida. Llegaba tarde a las citas por tener que esperar a un visitante descompuesto y solía esperar antes de entrar en el umbral de su propia casa con las puertas abiertas de par en par para ventilar los nauseabundos olores de un extraño.

Pero lo que más le molestaba, aunque admitía su propia culpa al respecto, era la mezcla de olores del baño y la cocina, defecar con olor a bife resultaba particularmente desagradable pero cocinar con los olores que llegaban desde el baño era inaceptable.

Finalmente, al ya conocido inconveniente de llevar comida caliente a los comensales se sumo la imposibilidad fáctica de tener invitados a dormir. La belleza estética de la casa, sus lujosas y cuidadosas terminaciones eran dignas de ser apreciadas y lucidas, Magdalena quiso mostrarlas, quería invitar a sus amigos pero la casa con más de una persona viviendo, comiendo o defecando se convertía en completamente inhabitable. Así que cuando finalmente comenzó a vivir con alguien tuvieron que mudarse y la casa quedó abandonada por largos años.


El Final:

Años más tarde José Luis ofreció a Magdalena comprarla por una suma superior al valor del mercado y Magdalena aceptó venderla por la mitad. Ella quiso tener un gesto agradable para con aquel hombre que alguna vez amó apasionadamente pero lo ofendió sin quererlo, José Luis la perdonó inmediatamente. El día que entregó las llaves liberó su antiguo espíritu y volvió a nacer, ahora era un hombre joven en un cuerpo mayor a él, la vida le devolvió con creces lo que había dado. Con los años José Luis logró gracias a su retórica convertir aquel fracaso en una herramienta de presentación, ser el loco de la casa Magdalena le dio más trabajos que rechazos. Su locuaz humor discursivo convenció a los clientes, nadie mejor para construir, decía José Luis, como aquel que había cometido todos los errores posibles y había aprendido de ello.

Ahora era dueño y señor de su proyecto y le sacó todo el jugo que le fue posible. La mantuvo impecable y la visitaba periódicamente junto a su hijo en una aventura que ambos disfrutaban enormemente y desde el punto de vista profesional una visita a esa tan hermosa y ridícula casa hacía que los clientes lo contrataran inmediatamente. Durante años disfrutó y usufructuó aquella posesión, sus cenizas fueron esparcidas en el jardín del fondo y una fiesta de despedida colmó la casa de amigos y parientes que adoraban a José Luis, así se cumplió su último deseo.

Al morir la casa paso al olvido, quedó nuevamente abandonada y se llenó de polvo y telarañas hasta que su hijo, recibido de arquitecto a puro remo en la misma Universidad que su padre, volvió a recorrer aquella casa para recordar los días de aventuras. Los ojos felices del hijo de José Luis no pudieron ver error sino virtud y comenzó a sospechar que la intensión de su padre fue cometer aquellos errores exprofeso. El hijo de José Luis no creía en las casualidades y se preguntó a sí mismo si alguien letrado como su padre pudo haber cometido todos los errores de funcionalidad juntos en una misma casa y se respondió que no. Cuando salió de su casa sabía perfectamente que haría, como lo haría y que resultaría finalmente. Y todo sucedió como lo había planeado (como José Luis lo había planeado), Magdalena fue feliz viendo a su hijo lanzarse a la fama internacional organizando visitas de todas las Universidades del mundo a la casa de su padre, dictando conferencias y sintiendo un especial orgullo por José Luis el loco de la casa Magdalena.

Fin

sábado, 21 de agosto de 2010

LA CASA MAGDALENA (2 parte de 3)




El proyecto:

Magdalena quiso mucho a José Luis pero José Luis se enamoró perdidamente, ella siguió su vida y José Luis dedicó su vida a Magdalena. Mientras duró su amor, Magdalena había comenzado el proyecto de su casa propia y José Luis le ofreció desinteresadamente participar con su reconocida trayectoria como Arquitecto proyectista, por supuesto sin cobrar por ello un centavo a pesar de la insistencia en contrario de Magdalena. José Luis tardó varios años en empezar la obra, nada le conformaba lo suficiente, el primer año se la pasó rediseñando espacios y ubicaciones, el extremadamente angosto terreno de Magdalena hacía inviable los proyectos tradicionales pero nunca objetaría algo de Magdalena. El baño paso por todos los espacios posible, de planta baja a planta alta, del frente al fondo, dentro y fuera de la casa, luego comenzó a pasear los dormitorios, la cocina, el comedor, la piecita de las escobas y pasaron doce meses sin plano definitivo.

La casa paterna de Magdalena era de esas casas invadidas de amigos, conocidos y desconocidos, era muy común encontrar gente que solo pasaba por allí para usar el baño y continuar su viaje, o encontrar a un amigo tomando mates en el patio con vaya a saber quién o simplemente un invitado del pasado que al no ser desinvitado paso a ser parte del paisaje. Por ello a Magdalena no le extraño y hasta le simpatizó una de las decisiones más controversiales de José Luis, la que fuera luego objeto de largos debates y crueles críticas en el mundo académico de la época. Al entrar a la casa por la puerta principal, una hermosa puerta de caoba de Britania refaccionada a nueva, había que ser muy cuidados de tocar primero porque allí José Luis había puesto el baño. Primero el baño, muy conveniente pensó Magdalena (ante todo era una mujer práctica), para que mis amigos que solo vienen a casa para usar el baño y continuar su viaje no tengan que ingresar a toda la casa, ni molestar a sus moradores.

Magdalena fue más allá, el segundo grupo de amigos que la visitaba eran los “cocineros”, llegaban e iban directo a la cocina se hacían unos mates, tomaban algo o ingerían un aperitivo. La segunda habitación debía ser la cocina sugirió y José Luis acató, le debía obediencia de vida y no pudo alertarla de la inconveniencia de juntar baño y cocina y elevó los errores exponencialmente. Una cosa llevó a otra y en fila india desde la puerta de entrada hasta el jardín trasero en el siguiente orden quedaron: el baño, la cocina, un dormitorio, otro baño, el lavadero, otro dormitorio, el living y el comedor. Según sus enemigos más acérrimos el peor de los errores consistía en no haber previsto una comunicación alternativa entre los ambientes, de tal forma que en la obra de José Luis cada habitación solo poseía una puerta de entrada y otra de salida. Así, para pasar de la cocina al comedor había que pasar por el dormitorio, luego el baño (note la complicación si este estuviera ocupado y hay que llevar comida caliente a los comensales), luego el otro dormitorio, el living y por fin el comedor.

Los materiales:

Un día descubrió en el anexo de un diario local que anunciaban cierta tecnología en los materiales que revolucionaría la arquitectura, José Luis perdió un año esperando los resultados de las investigaciones. Si bien nada de ello llegó a materializarse en la vida real, ese año de espera le sirvió para elegir cuidadosamente cada detalle en las terminaciones e hizo oídos sordos a las modas de su época, evito los azulejos, los revestimos de madera en las paredes, los artefactos de baño coloreados y en cambio escogió materiales clásicos y bellos. El mármol, los espejos y la madera vistieron elegantemente los baños, la pinotea, la caoba y el blanco los demás ambientes y revolucionó la cocina con un amueblamiento que nunca pasó de moda.

Antes de terminar la casa, Magdalena ya lo había abandonado, pero José Luis continuó su obra impertérrito como buen profesional que era. No escatimó esfuerzos en la tarea y casi relegó su vida por aquel proyecto, su espíritu preso en el corazón de Magdalena lo obligó a trabajar como esclavo. En ocasiones a sabiendas de las limitaciones económicas de Magdalena escondió gastos a su propio costo pero tampoco José Luis gozaba de una situación económica holgada. Trabajó más de lo humanamente posible para juntar fondos que le permitieran enfrentar los gastos ocultos, se endeudo y casi quebró en varias oportunidades.

En medio de burlas y críticas descarnadas entregó las llaves a su amada de una casa que ostentaba la paradoja de finos detalles en las terminaciones y excelente gusto estético con todos los errores posibles de funcionalidad que se pudieran cometer.

Continuara…

sábado, 14 de agosto de 2010

LA CASA MAGDALENA (1 parte de 3)


Los personajes:

José Luis, arquitecto con necesidades filosóficas existenciales, dibujaba comics y diseñaba casas totalmente disfuncionales, medalla de oro de la Universidad Nacional del Litoral, era bello, seductor, políticamente correcto, respetado por una parte de la comunidad arquitectónica de su época a quienes logró seducir con su retórica, sus grandilocuentes discursos y un intachable curriculum que lo respaldaba y vapuleado por otra parte de la comunidad arquitectónica que no cesó de criticarlo hasta los últimos días de su vida. Una de sus obras más criticada en vida y premiada póstumamente fue la casa que diseño para su eternamente amada Magdalena a quien nunca logró conquistar definitivamente.

Magdalena no era rubia, ni de ojos celestes, ni barbi, ni muy bella. Pero tenía los ojos más felices y al verla, al verte, encarcelaba tu corazón por siempre. Magdalena tenía un perfume a factura recién horneada, dulce, suave, daba hambre de besos olerla. Desinhibida y libre, amó a José Luis apasionadamente, como amó a otros, porque ella solo conoció una forma amar, amar apasionadamente.

El beso:

Se besaron por primera vez ayudados por una mezquindad arquitectónica de esa época, como no podía ser de otra manera, la historia de José Luis estuvo siempre ligada a los avatares de la arquitectura desde la más tierna infancia. Se encontraron encerrados en un pequeñísimo (agradeció José Luis a los constructores amarretes) ascensor que los juntó lo suficiente para tentar a la pasión y casi los obligó a besarse. Fueron hasta el décimo piso y bajaron a planta baja, visitaron el primero y luego el segundo, subieron al noveno y se cuasi desnudaron, cuando la viejita del octavo se horrorizó y los obligo a cuasi vestirse. Corrieron a un motelcito que ella conocía a la vuelta de la esquina con un par de piernas en la puerta de cartel de bienvenida y allí, ustedes saben.

Sus encuentros posteriores no fueron menos apasionados, inventaron los lugares más disparatados, José Luis puso sus conocimientos de arquitectura al servicio del sexo y ella aceptó gustosamente, hubiera aceptado cualquier excusa para amar apasionadamente. Lo hicieron en el baño, la cocina, en el tanque de agua de un edificio, en casa de gobierno, en la casa más antigua de la ciudad, en el hall de una casa habitada y hasta en el campanario de la catedral de plaza de mayo.

Pero José Luis fue demasiado lejos cuando en busca de un regalo eterno decidió, entregarse completamente a su amada Magdalena. Planificó cuidadosamente el encuentro, no debería ser excesivamente romántico (no era el estilo de Magdalena), debía parecer casual y espontaneo (y realmente lo fue más luego verán porque). Se encontraron en una ciudad densamente poblada, caminaron erráticamente en busca de una plaza para dormir la siesta y al cruzar un motel que ninguno de los dos conocía la invitó a hacer el amor. La acarició con la ropa aún puesta y ella levantó temperatura lentamente, la beso, la desnudó prenda por prenda y la beso y la beso hasta que Magdalena ardió en boca de José Luis. Luego terminó de desvestirse se subió encima de Magdalena, luego ella encima suyo y en el momento cumbre del acto José Luis le regaló su espíritu. Luego entendería que se le fue la mano, fue demasiado lejos, quemó las naves y ya no podría recuperarse nunca, quedó completamente enajenado.

Continuara…