
Los personajes:
José Luis, arquitecto con necesidades filosóficas existenciales, dibujaba comics y diseñaba casas totalmente disfuncionales, medalla de oro de la Universidad Nacional del Litoral, era bello, seductor, políticamente correcto, respetado por una parte de la comunidad arquitectónica de su época a quienes logró seducir con su retórica, sus grandilocuentes discursos y un intachable curriculum que lo respaldaba y vapuleado por otra parte de la comunidad arquitectónica que no cesó de criticarlo hasta los últimos días de su vida. Una de sus obras más criticada en vida y premiada póstumamente fue la casa que diseño para su eternamente amada Magdalena a quien nunca logró conquistar definitivamente.
Magdalena no era rubia, ni de ojos celestes, ni barbi, ni muy bella. Pero tenía los ojos más felices y al verla, al verte, encarcelaba tu corazón por siempre. Magdalena tenía un perfume a factura recién horneada, dulce, suave, daba hambre de besos olerla. Desinhibida y libre, amó a José Luis apasionadamente, como amó a otros, porque ella solo conoció una forma amar, amar apasionadamente.
El beso:
Se besaron por primera vez ayudados por una mezquindad arquitectónica de esa época, como no podía ser de otra manera, la historia de José Luis estuvo siempre ligada a los avatares de la arquitectura desde la más tierna infancia. Se encontraron encerrados en un pequeñísimo (agradeció José Luis a los constructores amarretes) ascensor que los juntó lo suficiente para tentar a la pasión y casi los obligó a besarse. Fueron hasta el décimo piso y bajaron a planta baja, visitaron el primero y luego el segundo, subieron al noveno y se cuasi desnudaron, cuando la viejita del octavo se horrorizó y los obligo a cuasi vestirse. Corrieron a un motelcito que ella conocía a la vuelta de la esquina con un par de piernas en la puerta de cartel de bienvenida y allí, ustedes saben.
Sus encuentros posteriores no fueron menos apasionados, inventaron los lugares más disparatados, José Luis puso sus conocimientos de arquitectura al servicio del sexo y ella aceptó gustosamente, hubiera aceptado cualquier excusa para amar apasionadamente. Lo hicieron en el baño, la cocina, en el tanque de agua de un edificio, en casa de gobierno, en la casa más antigua de la ciudad, en el hall de una casa habitada y hasta en el campanario de la catedral de plaza de mayo.
Pero José Luis fue demasiado lejos cuando en busca de un regalo eterno decidió, entregarse completamente a su amada Magdalena. Planificó cuidadosamente el encuentro, no debería ser excesivamente romántico (no era el estilo de Magdalena), debía parecer casual y espontaneo (y realmente lo fue más luego verán porque). Se encontraron en una ciudad densamente poblada, caminaron erráticamente en busca de una plaza para dormir la siesta y al cruzar un motel que ninguno de los dos conocía la invitó a hacer el amor. La acarició con la ropa aún puesta y ella levantó temperatura lentamente, la beso, la desnudó prenda por prenda y la beso y la beso hasta que Magdalena ardió en boca de José Luis. Luego terminó de desvestirse se subió encima de Magdalena, luego ella encima suyo y en el momento cumbre del acto José Luis le regaló su espíritu. Luego entendería que se le fue la mano, fue demasiado lejos, quemó las naves y ya no podría recuperarse nunca, quedó completamente enajenado.
Continuara…
José Luis, arquitecto con necesidades filosóficas existenciales, dibujaba comics y diseñaba casas totalmente disfuncionales, medalla de oro de la Universidad Nacional del Litoral, era bello, seductor, políticamente correcto, respetado por una parte de la comunidad arquitectónica de su época a quienes logró seducir con su retórica, sus grandilocuentes discursos y un intachable curriculum que lo respaldaba y vapuleado por otra parte de la comunidad arquitectónica que no cesó de criticarlo hasta los últimos días de su vida. Una de sus obras más criticada en vida y premiada póstumamente fue la casa que diseño para su eternamente amada Magdalena a quien nunca logró conquistar definitivamente.
Magdalena no era rubia, ni de ojos celestes, ni barbi, ni muy bella. Pero tenía los ojos más felices y al verla, al verte, encarcelaba tu corazón por siempre. Magdalena tenía un perfume a factura recién horneada, dulce, suave, daba hambre de besos olerla. Desinhibida y libre, amó a José Luis apasionadamente, como amó a otros, porque ella solo conoció una forma amar, amar apasionadamente.
El beso:
Se besaron por primera vez ayudados por una mezquindad arquitectónica de esa época, como no podía ser de otra manera, la historia de José Luis estuvo siempre ligada a los avatares de la arquitectura desde la más tierna infancia. Se encontraron encerrados en un pequeñísimo (agradeció José Luis a los constructores amarretes) ascensor que los juntó lo suficiente para tentar a la pasión y casi los obligó a besarse. Fueron hasta el décimo piso y bajaron a planta baja, visitaron el primero y luego el segundo, subieron al noveno y se cuasi desnudaron, cuando la viejita del octavo se horrorizó y los obligo a cuasi vestirse. Corrieron a un motelcito que ella conocía a la vuelta de la esquina con un par de piernas en la puerta de cartel de bienvenida y allí, ustedes saben.
Sus encuentros posteriores no fueron menos apasionados, inventaron los lugares más disparatados, José Luis puso sus conocimientos de arquitectura al servicio del sexo y ella aceptó gustosamente, hubiera aceptado cualquier excusa para amar apasionadamente. Lo hicieron en el baño, la cocina, en el tanque de agua de un edificio, en casa de gobierno, en la casa más antigua de la ciudad, en el hall de una casa habitada y hasta en el campanario de la catedral de plaza de mayo.
Pero José Luis fue demasiado lejos cuando en busca de un regalo eterno decidió, entregarse completamente a su amada Magdalena. Planificó cuidadosamente el encuentro, no debería ser excesivamente romántico (no era el estilo de Magdalena), debía parecer casual y espontaneo (y realmente lo fue más luego verán porque). Se encontraron en una ciudad densamente poblada, caminaron erráticamente en busca de una plaza para dormir la siesta y al cruzar un motel que ninguno de los dos conocía la invitó a hacer el amor. La acarició con la ropa aún puesta y ella levantó temperatura lentamente, la beso, la desnudó prenda por prenda y la beso y la beso hasta que Magdalena ardió en boca de José Luis. Luego terminó de desvestirse se subió encima de Magdalena, luego ella encima suyo y en el momento cumbre del acto José Luis le regaló su espíritu. Luego entendería que se le fue la mano, fue demasiado lejos, quemó las naves y ya no podría recuperarse nunca, quedó completamente enajenado.
Continuara…
eeeehhhhh botonnnnn!!! (con voz de fierita te lo grito) ahora me quede con las ganas!!! pa el proximo sabado falta muchisimo, yo creo q hay q acortar los tiempos de publicacion de la segunda parte! un abrazo Germán B.
ResponderEliminarHay que buscar un editor rápido, pronto. Me encantò. Haydeé R.
ResponderEliminarPerdón Germán pero es solo un tema de limitaciones voy al ritmo que me dejan mi capacidades. Haydeé gracias por tus exageraciones, nos vemos el sábado siguiente.
ResponderEliminarinteresante, intrigante, incendiante :)
ResponderEliminarmiembro del Loco88's fan club.-
Una locura de amor, excelenteeeeeeeeeeeeee
ResponderEliminarCabañas fans club
Excelente, atrapante, una joyita. Nada raro, tratándose del inefable.
ResponderEliminarFeliz me pongo
ResponderEliminarhola!! leí los tres capitulos... hay muchas cosas por comentar y hablar pero lo mejor, para mi, son los poemas de Emily Dickison, y como llegan en el texto. Eso me gusto mucho. La trama esta atrapante... Bueno... esperamos el cuarto capitulo a ver que pasa... Suerte y felicitaciones.
ResponderEliminarCHINA entiendo que este comentario pertenece a ANALIZAME, gracias y te digo que me he enamorado de Emily desde el primer día que la leí no se porque. un abrazo.
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