domingo, 4 de septiembre de 2011

ALGO NO SE PODRÁ CAMBIAR (Escrita por Javi88 con aportes de loco88)

El disparo fallido en la noche aún retumbaba en los tímpanos rotos del Emir Zakull que a pesar de haber sido heredero de una inmensa fortuna, no había sabido ser feliz. Pensaba que la vida que le habían asignado desde muy pequeño le resultaba una fingida interpretación de la que no deseaba participar. Cada vez que cerraba sus ojos, en el más atestado silencio del desierto, el eco de la muerte le repiqueteaba el alma y dando un fuerte respiro, tomaba fuerzas para convencerse otra vez, de que así no podría continuar.

Le faltaba dar un salto hacia adelante, en su mente el Emir Zakull tenía todo planeado para recomenzar una nueva vida. Por primera vez afloraba en su corazón duro un sentimiento de agobio, estaba arrepentido de haber engañado a su fiel harén con todos los harenes que se le cruzaron en su trayecto de vida vacio y estrellado. Su padre, siempre presente en los momentos difíciles y fáciles, le decía: “Los años no vienen solos, llegan acompañados de los más diversos achaques”, eran las sabias palabras del viejo propietario del harén más famoso de la tierra, casi 700 doncellas en servicio en su momento de esplendor. Pero Zakull, que más amaba los silencios que los consejos de su erudito padre, sufría de verdad, él amaba a su harén, eran las mujeres de su ida y las estaba perdiendo por su culpa. El harén no había dejado de reclamarle que cambiara y quizás por viejas e inconfesables rémoras, el Emir no podía cambiar, o mejor dicho no quería, pero eso nadie lo sabía, ni menos su más fiel amigo, que de saberlo no lo hubiera soportado y también lo habría abandonado. Si bien al comienzo de cada relación el Emir intentaba adaptarse a la nueva agraciada, mostrándose servicial, respetuoso y agradable, escondiendo sus aspectos más inconfesables, con el solo fin de hacer más fácil el período de adecuación a la vida de aburrimiento y opresión con que estas bellísimas jóvenes se irían a encontrar; al poco tiempo afloraba la verdadera personalidad del Emir y ya de nada valía la importante suma que la familia de las muchachas habían recibido a cambio de entregarlas frescas y vírgenes. Las más jóvenes aún no llegaban a la pubertad, y muchas nunca llegarían.

Sus habituales escapadas duraban semanas o meses pero en la última se le había ido la mano, un año exacto de ausencia sello en el harén un rencor irreconciliable. Por el contrario para Sakull ese año de aventuras y desventuras lo había persuadido de que jamás encontraría otro harén al que amara más que lo que amaba a éste. Ahora deseaba tanto a su harén, esté a donde esté llamaba todos los días, cada una contaba con teléfono satelital propio, si por placer (ya que nunca por trabajo) se ausentaba más de un día, volvía rápido y sin detenerse en ningún lado, para encontrarlas. Cuando no las hallaba salía raudo a buscarlas por todas partes. Se presentaba sin avisar para sorprender al harén con un regalo, quería demostrale que sería capaz de cambiar de una vez y para siempre. Sus movimientos parecían sinceros, al menos esa era la intención, que sin querer demostraba. Pero el harén continuaba irritado y sabiendo que corría con ventaja, no le dirigía la palabra desde la última vez que Zakull se había ido del hogar. Para no romper su aletargada monotonía habían decidido que sería la doncella fea quien oficie de portavoz y comunicase los deseos del harén. Sabemos bien el significado terrible de “deseo” para una mujer despechada, imaginemos entonces, lo que será para un harén de tantas mujeres enfurecidas y las que ni siquiera están dispuestas a conceder un centímetro de terreno en pos de acercar posiciones.

En susurros, como caricias de viento sobre pétalos, la fea doncella empezó a enumerar su listado de pedidos. Lo primero e impostergable era que querían toda la atención hacia ellas y cuando con esa voz suave y melódica pronunciaba la palabra “toda” hablaba de exclusividad absoluta algo atrozmente inhumano para el Emir, una cosa que le resultaría muy difícil, quizás más que bañarse.
El segundo, no menos importante que el anterior, rayaba la locura, le pedian que abandonase su deporte preferido (patinaje sobre pantuflas agarrado a la puerta de un auto que corre a más de cien km por hora) del cual era indiscutido campeón y oficial representante en las olimpíadas de verano en el desierto.
El próximo pedido que se correspondía con el primero, en una suerte de vaivén rocambolesco de nunca terminar, consistía en que se bañara todos los días, que se afeitara la barba blanca y especialmente que se cortara el pelo, incluidas las dos colitas que ocultaba bajo la túnica.

Además debería cambiar su forma de vestir, no podría usar nunca más polleras ni minifaldas, ni siquiera en bailes de disfraces ni en ocasiones oficiales.
No podría utilizar nunca más las malas palabras que inundaban sus verborrágicos discursos radiotelevisivos.

Las fechas importantes las debería recordar sin esfuerzo y sin la ayuda de sus secretarias, agendas o ridículos programas de cálculos bajados de internet, especialmente los aniversarios de casamiento. En los cumpleaños de cada una de las esposas las debería sorprender con regalos y salidas originales. Se le pedía que disfrutara más de las películas románticas y comedias que de sus favoritas de ciencia ficción y tiros.

Debería comer menos y con la boca cerrada, ni siquiera tomar a pico de la botella y por sobre todo dejar de eructar al inicio y al fin de cada comida, costumbre atávica muy difundida en el emirato.

Los amigos y las salidas con ellos deberían restringirse al punto mínimo. Y a alguno de ellos (ya circulaba un papelito con los nombres) directamente no los debería ver nunca más. A la cancha y a las carreras de camellos debería dejar de ir desde ese día.

El último punto antes de voltear la página decía: debería ser menos apegado a su numerosa familia, solo en casos urgentes podría ver a sus padres, hermanos y abuelos. Zakull ya comenzaba a sufrir dolores de estómago y solo había llegado a leer la primera página de la extensa lista que por razones epistemológicas dejamos al soberano arbitrio de los conocedores de esta historia.

Algunas personas, especialmente cuando estas personas son mujeres reunidas en un harén, piensan y creen firmemente que su pareja, esposo, señor, compañero o como quieran llamarlo, es como una memoria de computadora con entrada USB a la que se le puede cargar información según sus gustos y caprichos. Cae de maduro que este arquetipo de sujeto está intentando cambiar a la persona elegida en otra distinta, cuando lo aconsejado por todos los médicos, gurúes y entendidos es dejar en completa libertad al otro y que simplemente sea como quiera ser. Vuela hacia mi memoria aquel dicho, que dice más o menos así: “el amor es como un pájaro, déjalo libre, si te ama volverá, sino, más vale pájaro en mano que cien volando”.

En rigor de la verdad, es lícito pretender algún cambio en el otro, pero siempre y cuando el otro quiera. Si bien podemos afirmar que no es una cosa tan mala querer cambiar, debemos reconocer que no lo es en la misma medida que no querer cambiar. Ante la negativa del cambio propuesto, existe la posibilidad de buscarse otra persona, que se ajuste más a los intereses y requerimientos del sujeto originante del pedido de cambio. Dicho de manera más simple, no es el fin del mundo una negativa al cambio pretendido, muy probablemente sea el inicio de una nueva vida mejor. Los cambios son positivos, si se producen libre y espontáneamente, ya que es una forma de crecer, el problema surge cuando es la contraparte la que ambiciona esos cambios e intenta contribuir influyendo para que se realicen. ¿Serán mis cambios un traslado de tus cambios?, ¿Serán mis transformaciones una evolución o una distorsión?, depende.

Atendiendo a la hipótesis de que el cuestionado personaje se renueve, el cambio ocasionará un perjuicio contra sí mismo y a la contraparte; en este caso volviendo a la experiencia del Emir, éste solo arriesgará que el harén se enamore de otro, por lo cual se volverá a quedar solo y sin nada. Y estemos seguros, palabra de un conocedor, que Zakull no querrá favorecer a un tercero en detrimento de sus posibilidades. Para colmo de males, las mismas cosas por las cuales el harén se puso tan molesto son aquellas que inicialmente lo enamoraron perdidamente del Emir Zakull.

Si bien las mujeres del harén están confinadas en sus cuartos, para evitar confabulaciones, a la hora del baño, cuando se juntaban para ponerse lindas y perfumadas se oían comentarios del tipo:

- “Ay… lo viste, como me encanta…es tan desestructurado…, tan impredecible...” y ahora le achacan culpas de desprolijidad, impuntualidad y de que no tiene un norte, en estos pagos mejor decir un oeste.

- “Que atractivo y seductor que es…que simpático…tiene un estilo...que maneras...” y una de las causas de la ruptura es que ahora lo ven como un picaflor, que le tira onda a todas y que corre detrás de cualquier túnica subida más arriba de los tobillos.

- “Su cuerpo es increíble, sus músculos me enloquecen…es una escultura griega, un Adonis...” y ahora le dicen a los gritos “Vos y tus deportes nos tienen podridas”.

Gritando como un loco nuestro querido Zakull repetía: “Grábenselo a fuego, nadie cambia lo que tiene profundamente arraigado en su personalidad y es un grave error querer forzar a los demás hacerlo, pero es aún peor el proceder de quién permite ser cambiado”. Eran los lamentos del Emir hacia un impávido grupo de cabras, que, por terror o impedimento, solo lo miraban y asentían con balidos. Sin razonar que sus bizarros espectadores, envueltos en pulóveres de pelo largo, seguían atentamente su discurso sin dejar de masticar. El Emir Zakull continuaba pensando en voz alta: “por intentar reconquistarlas, haciendo el gran esfuerzo de empezar a cambiar, de querer ser quién no soy, he perdido mi autenticidad y esencia y estoy corriendo un serio riesgo, el peor riesgo que pueda correr un hombre del desierto, no poder reconocerse ante el espejismo, lo cual además de mostrarme como un débil y que no tiene amor propio, hará que ellas se desenamoren aún más por estos excesivos y ridículos cambios que por aquellos superficiales y aparentes errores cometidos”. Pasa un minuto largo de meditación con silencio sepulcral y en un nuevo embate oral hacia las cabras que sonó más a justificación que a reflexión gritó como en un partido de truco: “¡Claro está que alguna concesión podría regalaaaaahhhhrrrrrrrr! eso sí, solamente con la sana intención de nutrir la compleja relación de pareja con mi harén querido”. Alzó la vista y con una seguridad espasmódica les preguntó a las cabras: “¿Alguien puede contradecirme en que todos tendríamos algo para cambiar o arreglar para mejorar?” y las cabras moviendo de derecha a izquierda sus cabezas, asentían con su consabido balido: “behhhhhhh...”

Lo cierto es que si el precio de soportar esta tortura diaria para complacer a su harén era la pérdida total de su personalidad se daba por descontado que todos sufrirían por igual, ellas que querían cambiarlo y no lo conseguirían y fundamentalmente el Emir Zakull porque por el deseo de querer complacerlas dejaría de ser él mismo y estén seguros, palabra de un conocedor, que no se hará responsable de las locuras que podría llegar a cometer, ya que como buen Emir estaba acostumbrado a hablar únicamente por sí mismo.

Corroborando esta leyenda, la que forma parte de los anales de la historia real y verdadera, en el memorable oasis que una vez existiera, encontramos el templo destruido donde el Emir Zakull cometió matrimonio con su harén y de cuya puerta cuelga un pedazo de madera, a medio chamuscar pero aún legible, como santo consejo para peregrinos y viajeros del tiempo. En el mismo se leía: “El harén se casa esperando que el Emir cambiará; el Emir se esposa pensando que el harén no cambiará. Ambos están equivocados” Debajo, con sangre, firmado: “Amén Omnipotente”.

Rey Vaj
2011



6 comentarios:

  1. Solo los cambios que queremos que sean cambios y salen del centro de nuestro ser, solo la autenticidad frente al otro y la sincera aceptación a quien nos "pertenece" nos llevaran por buen puerto. las especulaciones tarde o temprano fallan. MD

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  2. Anónimo sos todo 1 filósofo... gracias por contribuir a esclarecer al desentendimiento general que conlleva todo cambio, te paso la palabra, cambio y fuera...

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  3. El no cambio es contrario a toda evolución humana y enamorarse de una persona por características que con el tiempo resultan vanas, superfluas o inútiles para la nueva persona en la que uno se convierte, es parte de ser evolución.. evolucionar juntos no es fácil, más bien el peor desafio, en definitiva, es amar y el amor (más allá del romanticismo), nunca omnipotente y menos eterno, es un trabajo de dos.

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  4. Tambièn la idea evolutiva se fue desarrollando, desde la primera escala natural hasta la ficciòn del creacionismo fueron quedando atràs de los cambios fomentados por nuevas ideas que a su vez van cambiando en el tiempo seleccionando lo que trasciende de lo desfasado, avanzando hacia una mutaciòn de todos los desordenes individuales de la sociedad, como en un circulo virtuoso donde el fin empieza en el principio y el inicio termina en el final...

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  5. Muy buenoo Javi! Espectacular la moraleja!
    También te tengo que decir que me reí mucho en la parte que cuenta uno de los deportes preferidos de Emir Zakull!
    Está genial Javi! nunca dejes de escribir!
    Felicitaciones!

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