Capítulo 2 – Te amo
Frida no vivió siempre así, o mejor dicho sí, pero al menos antes tuvo esperanzas y ahora las había perdido. De niña quiso amar a su padre con todo su corazón pero éste estaba tan preocupado, tan resentido, tan ensimismado que la descuidó, la relegó, la postergó y cuando quiso celarla la había perdido. Luego quiso enamorase, estuvo con todos los hombres que deseó pues su hermosa figura le jugaba a favor, pero vagó de brazo en brazo sin suerte, las pasiones se desvanecían en el aire, el encanto duraba menos que un suspiro y pronto los hombres pasaron a ocupar el último lugar de sus prioridades.
Lo único bueno que le paso a Frida fue Silvana. Antes de ser Titular en económicas, Frida era adjunta en la cátedra “Estructura Psicológica Social del Sujeto III” de la Carrera de Sicología, donde conoció a Silvana su mejor alumna. Silvana no era socialmente correcta, lejos de ser lo que tenía que ser y mucho menos ser lo que debía, Silvana (como José Luis) tenía ganas de ser Silvana, tenía muchas ganas ser Silvana, tenía más ganas de ser Silvana que de ser cualquier otra cosa. Silvana no va a realizar actos, va a cometerlos, jamás pidió permiso y se enamoró de Frida el primer día que la vio caminando por los pasillos de la universidad.
Frida parecía una estudiante, simulaba diez años menos de los que tenía, era bien bonita y perfectamente proporcionada, una primera impresión inversamente proporcional a la impresión que daba al conocerla, osca, seca, conservadora, desesperanzada, sin humor ni alegría, en una palabra: fea. Silvana se le acercó, se presentó y la invitó un café, habrá supuesto que era una estudiante como ella o en realidad le importó un comino, Frida aceptó sin quererlo en contra de sus propios principios y costumbres y comenzó una relación que duraría toda su vida.
Su primer café, su primera cita, fue en un barcito alejado de la facultad como si quisieran disociarse de aquel mundo de paradojas e hipocresías, en realidad ese pudo ser el pensamiento de Frida, a Silvana no le importaba, solo le gustaba ese bar y quería pasarla bien junto a esa mujer que de repente tanto le gustaba. Al entrar les invadió el aroma del café recién molido, un aroma que es increíblemente relajante para cuerpo, mente y espíritu, se pararon en la puerta por un minuto buscando una mesa vacía, había una pegada a la vidriera y otra bastante más atrás, casi no se veía y Silvana tuvo que adelantarse un par de pasos para espiar si realmente estaba disponible. Un buen lugar para conversar pensó Silvana y así fue, como si se conocieran de antes los temas fluyeron espontáneamente y Frida se dejó llevar por el encanto de aquel momento sin preguntarse demasiado. No hubo miradas, ni la más mínima insinuación, ni roces involuntarios, solo charla de amigas. Solo por esta vez, Silvana nada forzaría y lo que se tenga que dar se daría con la paciencia de los que saben lo que tienen por ganar, casi ni hablaron de la facultad, no se aclararon situaciones y se despidieron intercambiando celulares.
Silvana ni se inmutó al verla luego pararse al frente del aula, por el contrario se anotó como pasante y la siguió luego como amiga, colega y finalmente como adjunta en económicas. Silvana dio su primer gran paso al invitase a vivir al departamento de Frida con la excusa de compartir costos, Frida dejo entrar la felicidad a su casa, preparó la pieza con tanta ansiedad y ahínco que sospecho de sí misma, ¿porque estaba tan contenta? se recriminó entre dientes y cesó en su trabajo de bienvenida al punto que hizo a sentir a Silvana que la había aceptado de compromiso. Durante un año compartieron dpto. y trabajo, Frida renunció a la cátedra “Estructura Psicológica Social del Sujeto III” de la Carrera de Sicología y se quedó junto a Silvana en Económicas con más tiempo de ocio que de trabajo. Silvana en cambio atendía pacientes a discreción, concursó en Económicas solo para estar más tiempo con Frida y se reservaba los fines de semanas para disfrutar la compañía de su compañera.
Una noche la cena transcurrió al revés de la primera cita, estuvo plagada de miradas e insinuaciones, roces “involuntarios”, explicaciones y un beso de buenas noche que se repitió dos veces y en la última Silvana apoyo sus manos en la cintura de Frida dejando deslizar la yema de los dedos al retirarlos y Frida hizo lo propio con las suyas en los hombros de Silvana. Durante una hora ambas se quedaron acostadas, cada una en sus respectivas habitaciones, boca arriba sin nada más que un camisón y su mejor bombacha. Frida se preguntaba porque había puesto tanto esmero en elegir esas prendas, Silvana se preguntaba si había llegado el momento. Frida se levantó haciendo un esfuerzo para ser escuchada, forzó la puerta para que hiciera ruido, se tropezó con la mesita del distribuidor que separaba ambas puertas, abrió la heladera golpeando las botellas entre sí, tomó torpemente un vaso, mientras Silvana sonreía con la espalda apoyada a la puerta de salida de su habitación, adivinando las intensiones de Frida y esperando un poco más para dar el gran golpe. Cuando Frida abrió la puerta de la heladera para guardar la botella de agua, Silvana apareció por la puerta de la cocina iluminada solo por la luz de la heladera que pasaba a través del camisón de Frida y dejaba ver su figura desnuda con una hermosa y sensual bombachita negra de encaje, Silvana se acercó y apenas si dejo que sus senos toquen los de Frida y se besaron muy suavemente. Sin cerrar la heladera la tomó de una mano y la llevó a su habitación para amarse inocentemente, Silvana quiso un poco más de pasión, más besos, más juegos, pero para Frida era demasiado, y aunque lograron dos orgasmos simultáneos para Silvana fue demasiado poco. Solo unos segundos después Frida se levanto avergonzada y se volvió a su pieza.
De repente Silvana estaba confundida, un nudo de bronca y angustia conquistaron su garganta, un millón de lágrimas explotaron en sus ojos y siguió llorando hasta la mañana siguiente. No esperaba mucho de Frida pero aquello fue como una limosna arrojada con desgano y Silvana había puesto toda la carne sobre el asador, había esperado más que un tiempo prudencial (seis años desde el primer café) y no lograba quebrar las barreras que impedían a Frida aspirar a ser feliz. Se levantó muy temprano empacó todas sus cosas y se sentó a desayunar, sin paciencia para nuevas esperas miró a los ojos de Frida, que sonrió pensando en zafar, y le dijo: no puedo seguir jugando, yo te amo.
Continuará.
La primera parte estuvo excelente, pero esta ya se puso más que interesante...
ResponderEliminarque picante se puso!! y que reflejos de personalidades definidas y seguras las protagonistas
ResponderEliminarMechi Charly: Es que Silvana es así no le van los papeles secundarios, ni que le escriban la historia, quiso saltar a un protagónico y cuando quise acordar ya no eran dos personajes sino cuatro.
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